- No me sueltes- te susurré al oído mientras me tenías abrazada - ¿por qué? tienes miedo de caerte- me contestaste entre risas. - Hay muchas formas de caerse- te aseguré- no me sueltes ¿vale?
Y me dormí con la certeza de que nunca me soltarías, de que jamás me dejarías caer.