sábado, 13 de junio de 2009

La guitarra


Este como todos los cuentos comienza con... Érase una vez. Érase una vez una niña, una niña pequeña que jugaba a ser mujer, cada mañana se olvidaba de sus ganas de volar como Peter Pan, de sus muñecas, de ver los dibujitos en el sofá y de sus galletas para el recreo, cada mañana se olvidaba de lo que era ser una niña, abría el armario, se ponía sus tacones altos y maquillaba sus trenzas, cada mañana se disfrazaba de mujer adulta e iniciaba una vida nueva, una nueva vida en la que el aprendizaje no era fácil, no había profesores que te dijeran que te estabas equivocando y que te ayudaran a resolver los problemas de matemáticas, aprendía de cometer errores y salir de los problemas en los que se metía, pero no le importaba, siempre había una sonrisa dibujada para los demás, porque sabía que la vida siempre era más sencilla con una sonrisa. Una noche de primavera conoció a un chico en aquel bar, él estaba sentado en la barra con la mirada perdida en el vaso de ron, con el reflejo ambar de la nostalgia en su ojos, ella pidió una copa y él levantó la mirada hacía sus ojos, cuando lo vió supo que había otro niño jugando a ser adulto, ella se disfrazaba de mujer, él de canalla, de chico duro, pero para ella fue fácil pasar entre aquellas barreras que eran tan parecidas a las suyas y llegó a tocar su corazon con un soplo de aire, a tenerlo entre sus manos. Se enamoró, se enamoró como una mujer sólo puede enamorarse una vez en la vida, pero cupido había arrojado a él a los brazos de otra ella, todo era imposible, la eternidad se volvía corta, nada era como en las pelis, no había cuentos de hadas como el de la cenicienta, ni finales felices para siempre como la bella y la bestia, nada era fácil. Él era un "músico frustrado" como le gustaba definirse ella soñaba ser una melodía entre sus dedos, sueños demasiado altos para alguien que sólo era una niña. Le conocía tan bien, que a veces sobraban las palabras, ella sabía que él tenía muchas ganas de tener una guitarra y quería ser ella quien se la regalase, porque era algo muy personal y a la vez muy especial, pensó escribirle una carta a los reyes magos, pues las calles empezaban a vestirse de navidad, pero había motivos más importantes que la navidad y era todo lo que sentía, así que no esperó más y una mañana de otoño cuando el sol apenas calentaba le llevó un paquete, en él iba envuelta una guitarra con una pequeña nota "para que tus melodías siempre me alcancen". Ella sabía que cada vez que tuviera la guitarra entre sus manos se acordaría de ella, que en cada canción al menos una nota le pertenecería, sabía que al final ella sería una melodía de un tiempo pasado, un historia de amor entre los dedos, un adagio que recordar para la eternidad, sabía que podría adelantarse en el camino porque él nunca la olvidaría.

Ana


P.D.: es un cuento escrito hace mucho tiempo que acabó con la melodía adecuada, aquella que sólo dos personas son capaces de tocar al unísono.